Durante 2017 la vulnerabilidad de este país se ha hecho más patente que nunca.
España se seca. No hay agua para tanta demanda. La mitad de los acuíferos subterráneos del país están en mal estado por sobreexplotación y contaminación, y lo mismo ocurre con el 42% de los ríos, lagos, estuarios y aguas costeras.
No hay agua para tanta demanda. ©Luis Tosta
En cambio… el Estado español apuesta por incrementar la superficie de regadío en unas 700.000 hectáreas, se proyectan 35 nuevos embalses mientras el Delta del Ebro se hunde por falta de sedimentos y siguen a pleno rendimiento miles de pozos ilegales. Eso sí, se proclama la necesidad de un pacto nacional, a la vez que se incumple reiteradamente la Directiva Marco de Agua.
España se quema. Entre el 1 de enero y el 30 de noviembre han ardido un total de 176.587 hectáreas, casi el doble de la media de la última década.
En cambio… muchas comunidades autónomas han reducido el gasto en prevención y sensibilización, continúa el fomento de plantación de especies arbóreas exóticas y pirófitas, los puestos de trabajo de los retenes y brigadas forestales son precarios e, incluso, alguna comunidad autónoma ha flexibilizado el carácter preventivo de la ley estatal y ahora las superficies quemadas ueden utilizarse como pastos ¿Se recurrirá esto al Tribunal Constitucional, como ya anunció el Mapama?
España se desertifica. Según un reciente estudio publicado en Science, más del 50% del territorio nacional será un desierto en este siglo. Sobran señales. En 2017 el corredor sahariano ya ha criado en la Península.
Imagen del Espacio Natural de Doñana tras el gran incendio de 2017 ©SEO/BirdLife
En cambio… gracias a un ministro de Energía que vive aislado en una anticuada y peligrosa burbuja fósil, el país europeo más vulnerable al cambio climático, y el más rico en sol y viento, se vuelve cada vez menos interesante para las inversiones en energías renovables. Así, mientras el Sahara entra en España, el Gobierno penaliza el autoconsumo, recrimina a Iberdrola por anunciar el cierre de sus centrales de carbón, recurre al Constitucional la ley de cambio climático catalana y los españoles pagamos cada vez más por el recibo de la luz ¿Será esta la ambición de la urgente e inminente Ley de Cambio Climático y Transición Energética que planea el Congreso?
El Estado español apuesta por incrementar la superficie de regadío en unas 700.000 hectáreas, se proyectan 35 nuevos embalses mientras el Delta del Ebro se hunde por falta de sedimentos y siguen a pleno rendimiento miles de pozos ilegales
España se empobrece. Todavía somos el país más rico en biodiversidad de Europa, con más de 85.000 especies. La naturaleza es nuestra máxima riqueza.
En cambio… el Parlamento pretende modificar la Ley de Patrimonio Natural y arriesgar nuestro capital natural para indultar a algunas especies exóticas invasoras que la amenazan. Además, esta iniciativa parlamentaria se adopta para sortear una sentencia del Tribunal Supremo y en contra de la unánime posición de la comunidad científica.
España se vacía. Solo el 7% de la población vive en zonas predominantemente rurales –15 puntos por debajo de la media europea–, y hay 3.900 municipios con menos de 500 habitantes. El campo también se vacía de aves. El sisón, nuestra Ave del Año en 2017, ha perdido el 50% de sus efectivos en solo una década.
En cambio… no hay políticas para fomentar el progreso rural, continúan sin definirse las prioridades de la futura PAC para que garanticen un mundo rural vivo y la Ley 45/2007 para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, puesta en marcha en el año 2010, no cuenta con financiación desde 2012.
España está en riesgo. Se seca, se quema, se desertifica, se empobrece, se vacía… El déficit hídrico, el déficit de suelo fértil, el déficit energético, el déficit de recursos naturales y el déficit humano en el campo son problemas de Estado. Estamos desprotegidos nosotros y nuestra economía.
España está en riesgo. Se seca, se quema, se desertifica, se empobrece, se vacía…
En cambio… seguimos esperando que algún Gobierno valiente nos defienda y se enfrente con ética a los riesgos sociales y económicos del siglo XXI. El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son ya, en España, realidades incontestables, inseparables e inaplazables. Nos entretienen y nos engañan con demasiados ‘en cambios’.
¿Beberemos solo agua embotellada y refrescos gaseosos?
¿Qué será de nuestros vinos y aceites sin suelo fértil?
¿Podremos seguir pagando el recibo de una energía insostenible?
¿Vendrán los turistas al desierto europeo?
Urge un cambio real en España, en cambio… poco, o nada, cambia.